Este mes de abril, nos decantamos por una de las escritoras (y uno de los relatos) más originales del siglo XX. Si quieren introducir un contrapunto imaginativo y anómalo en sus vidas en unas fechas tan señaladas como las de Semana Santa, no duden en perderse en este pequeño pueblo olvidado de Estados Unidos. Lo agradecerán (y sus familias también).
LA BALADA DEL CAFÉ TRISTE (1951),
DE CARSON McCULLERS
Un pueblo cualquiera del sur. Los
días transcurren sin que nada pase. El calor sofocante del verano convierte en
desiertos las pocas calles polvorientas. Sólo cuando llega la noche se aplaca
el infierno y el aire empieza a destilar ramalazos de olor a whisky
clandestino. Entonces, sentadas en el porche, las personas normales mascan
tabaco que luego escupen sin importarles la dirección en la que sopla el
viento. La rutina de lo normal, de lo que tiene que ser, ha ennegrecido de tal
forma el color de sus vidas que lo viejo se ha convertido en la imagen de lo
perpetuo, de lo lineal.
Un pueblo cualquiera del sur en el que los complejos individuales hace
tiempo que fueron devorados por el complejo colectivo. Nada se puede decir
porque ya está todo dicho. Todo es perfecto en la rutina diaria; nada rompe la
normalidad.
Sin embargo, a veces ocurren sucesos extraordinarios que cambian el
devenir de las cosas, el rumbo exacto de la vida. Sentados en el porche, los
habitantes del pueblo dejan de mascar tabaco al ver cómo, desde el apagado
horizonte, se acerca la figura animalesca de un enano deforme y jorobado. Tras
el impacto inicial, es acogido por Miss Amelia, mujer grande, hombruna y
desgarbada que, pasados unos días, convierte, junto al recién llegado, un viejo
almacén en un café. Pronto, el local se transforma en un lugar de reunión en el
que el whisky se convierte en catalizador de lo esencial de cada uno de sus
clientes, en un universo clandestino e individual en el que todos cantan, beben
y viven.
Pasados unos años, Miss Amelia, que había estado casada con Marvin Macy (guapo, alto y deseado ) se enamora del
enano . En ese momento, la frustración amorosa provocada por la ruptura con
Marvin se convierte en amor absoluto y sincero. Así, en la imperfección del
jorobado encuentra el amor perfecto que no encontró en la perfección de Marvin
Macy. Desgraciadamente, toda esta armonía se rompe con la salida de la cárcel y
la vuelta al pueblo de éste. El enano, fascinado por el expresidiario se
convierte en su sombra. Ambos se alían y, tras una grotesca pelea entre Miss Amelia y
Marvin, desvalijan el café y se van del pueblo, condenando a la mujer, de
nuevo, a la soledad del amor frustrado.
El universo que nos presenta McCullers está plagado de personas
desheredaras y solitarias, de pueblos tristes y de vidas rutinarias. La belleza
de la vida reside en la belleza de lo imperfecto, de lo defectuoso; de lo que
no es normal. Enfrenta el convencionalismo perfecto y colectivo, a la
individualidad imperfecta de enanos, bizcos y jorobados orgullosos de ser
dueños de su propio destino.
Martín López
Rosales, profesor de Lengua Castellana y Literatura, I.E.S. José Cadalso
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